Al cabo
de unos días de terminar este escrito creí ver la conexión entre el mismo y el
escrito sobre el perdón: sólo se asume verdaderamente el perdón desde la
responsabilidad, no desde el sentimiento de culpa.
Uno
puede perdonar y el otro no aceptarlo. No me refiero a la pura formalidad o
fachada, sino a recibirlo de corazón y no de boca.
Lo primero
para aceptarlo es pedirlo y pienso que pedir
auténtica y profundamente perdón es, desnudada de la auto-imagen que he
construido, verme a mí misma cómo
realmente soy, reconocer cómo quien soy ha producido la acción y sobre todo ver
al otro.
Ver al
otro, pienso que eso es lo que motiva la sincera y honda petición de perdón. No
la de labios sino desde el corazón. Desde la humildad de asumir quien soy,
desde el reconocimiento de lo hecho, desde el conocimiento de las consecuencias que al otro le han
supuesto dejo de pensar en mí
egoístamente disponiéndome a reparar el daño causado empezando por manifestarme ante él sin doblez de ánimo,
pura y simplemente reconociendo y deseando reparar o compensar. Es ahí donde se
muda el corazón.
Por eso
pienso que es tan necesario que se distinga entre sentirse culpable y saberse
responsable porque en el sentimiento de culpa uno se importa a sí mismo
mientras que en el sentido de responsabilidad el que importa es el otro y este
planteamiento transferido al ámbito de la Obra de Dios supone que sólo se puede aceptar hondamente el perdón de
Dios ofrecido en Jesús crucificado si se le “ve”
Zc 12. 10 y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán
como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por
el primogénito.
Sólo
trascendiéndose a sí mismo para mirarle a Él muda el corazón
Ez 11. 19 y quitaré el corazón de piedra de en medio de su
carne, y les daré un corazón de carne,
Is 28. 21 su extraña obra, y para hacer su operación, su
extraña operación
Elspeth. Abril 2013
Citas de Reina Valera 1960
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