Sus ojos desbordaban
la pasión que le quemaba.
Pasión por Dios y por el hombre
a quienes venía a unir
ejecutando el perdón
a quien lo quisiera admitir.
Penetrantes, compasivos,
bálsamo para las almas
sus bellos ojos veían
un mundo que andaba errante
Por largo tiempo miró
guerras, celos, homicidios,
sangre de inocentes vencidos
que regaban el desierto.
Nadie recordaba a Dios
por Él mismo, no por ego
y hundiéndose en el cieno
el mundo agonizaba.
Él se ofreció a retomarlo
devolviéndole la vida.
Fue aceptada su entrega
y así fue que Él encarnó.
Ciegos, cojos y tullidos
leprosos, hambrientos y solos
todos a él acudían
mas centrados en los cuerpos
sus almas no renacían.
Él sabía.
Sólo podía sembrar Su Palabra
y regarla con su sangre.
Llegado el tiempo
la semilla
brotaría.
Elspeth. Marzo 2011
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