domingo, 30 de marzo de 2014

FRAGMENTO (alimentación de los cinco mil)

El compartir


En tus ojos reflejados
los cinco mil que aguardan
pendientes de tus palabras.
Y tras ellos,
en lo profundo de tu pupila,
un mar de almas
que por siglos esperaron
y otras que esperarán.

Un halo de tristeza
envuelve tus suaves labios.
Juan no está.
Cumplida su misión
el dragón le arrancó la cabeza.
Tus apóstoles son apenas niños
ahora desconcertados
ante tu orden de que alimenten.

Un muchacho ha comprendido
y te trae lo que tiene.
Por un segundo
se te ilumina el rostro
y le diriges una sonrisa especial.
-¿Aún no comprendéis?
Si este muchacho tiene estas provisiones
¿cuántas más llevaran padres y madres en la multitud?
¿Qué os he estado enseñando todo este tiempo?
¿Qué decía Juan?
¿Qué decía la Ley?
¿No hablaba de compartir?
¿No ordenaba amar al prójimo?
¿Y qué son ellos unos de otros?
Id y recordadles a todos
que todo les llega de Dios
y que no pueden amarle 
sino aman a aquellos 
que de sus manos brotaron.

El tono en que les has hablado me ha sonado a suave reconvención con un matiz de tristeza.
Hondo suspiro brota de tu pecho. Me miras y sin palabras entiendo. Asiento con la cabeza, me levanto y paseo entre la multitud alerta a que lo que has dispuesto se haga. Ayudo a quien lo precisa, a madres con varios pequeños, respondo preguntas, sonrío y acaricio a niños desconcertados.

Sé que estás ahí, en la altura, observando y sintiendo. No me sorprende notar de cuando en cuando tu mirada clavada en mi espalda, ni notar la calidez de tus palabras visitando mi boca.

Poco a poco la multitud queda en un silencio semejante a cuando las ovejas pasturan en fértiles praderas. Los apóstoles vuelven a Tí. Vienen sonrientes y maravillados, aún les parece mágico lo ocurrido.
-¡Maestro, es como si se hubiera multiplicado lo que el muchacho trajo!
-En cierta forma así es porque su provisión fue amar. Por amor compartió lo que tenía. Amar  es como  un reguero, como un contagio...sembrad amor y el fruto se multiplicará.
Ahora sentaos, descansad y comed vosotros. Después,cuando todos hayan terminado, recoged lo sobrante.

Obedientes, cansados y hambrientos se sientan cerca de Tí en silencio. Mascan el alimento y en sus ojos y quietud comprendo que están a la vez masticando tus enseñanzas.

Por unos instantes te contemplo y te veo como un ingente pan dorado, tierno y nutricio; multitud de algo que parecen como bolitas etéreas te cubren y, cuando se alejan de Tí tras unos segundos, las veo volar brillando.
Parpadeo ante la imagen y mi boca se antreabre sorprendida y a la vez feliz. Desaparece la visión y me encuentro con tu mirada fija en la mía y una casi pícara sonrisa dibujan tus labios. La caída de tus párpados me dice: Sí, así es, Yo soy el Pan de la vida de esas almas.

Elspeth. 19-julio-2013

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