domingo, 11 de mayo de 2014

Algún día...



Vinieron por mil caminos

para a su Dios adorar

con el corazón contrito

no cesaban de llorar.



Llanto bien agridulce

pues reconociendo su amor

sabían que por muchos años

Le negaron con ardor.



En llegándose a sus pies

Él mismo enjugó sus ojos,

sonrióles tiernamente,

de perdón les revistió

y el Universo estalló

en cantos a su Señor.



Sus ojos desbordaban

la pasión que Le quemaba,

pasión por Dios y por el hombre

a quienes venía a unir

ejecutando el perdón

a quien lo quisiera admitir.


Penetrantes, compasivos,
bálsamo para las almas,
sus bellos ojos veían
un mundo que andaba errante.

Por largo tiempo miró
guerras, celos, homicidios,
sangre de inocentes vencidos
que regaban el desierto.

Nadie recordaba a Dios
por Él mismo, no por ego,
y hundiéndose en el cieno
                                                                 el mundo agonizaba.

Él se ofreció a retomarlo
devolviéndole la vida.
Fue aceptada su entrega
y así fue que Él encarnó.

Ciegos, cojos y tullidos
leprosos, hambrientos y solos
todos a él acudían,
mas centrados en los cuerpos
sus almas no renacían.

Él sabía.
Debía sembrar Su Palabra
y regarla con su sangre.
Llegado el tiempo,
la semilla brotaría.

Elspeth. 3-2011 


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