domingo, 8 de junio de 2014

Tres bautismos, tres honduras



Me he despertado hace un rato con estas cosas en mi mente:
Tres partes tenía el santuario único: Atrio, Santo y Santísimo. Tres bautismos he conocido por Nibaldo: el de aspersión, el de inmersión y el de infusión. El primero por la Ley, el segundo por la Gracia y el tercero por la Verdad.

  Santísimo                                                  Santo                                                         Atrio
                                                                                                                                  
Corazón de Jesús                              Mente de Jesús                                          Cuerpo de Jesús
                                                                                                                    (lo más epidérmico de sus Enseñanzas)    
                                                                                                                                                                            
                                                                                                                                                                                                        
Bautismo de infusión                      Bautismo de inmersión                           Bautismo de aspersión

Por el bautismo de aspersión se accede a lo más exterior y superficial de lo que trae Jesús. Así como las aves del cielo sólo picotean granitos, así quien sólo toma e ingiera pequeñas y puntuales enseñanzas de Jesús se podría decir que recibe bautismo de aspersión. Muchos que leen/leemos Su Palabra y la de Dios en la Biblia nos quedamos en la piel, la superficie, arañando enseñanzas de corte moral, autoayuda, para funcionar en lo cotidiano….nos hemos quedado así en el Atrio.

Entrar al Santo es entrar en Su Mente porque es, sumergiéndose en Su Expresión, ir entendiendo Su Pensamiento (Camino-Doctrina)
En Su Mente están los siete espíritus de Dios simbolizados en las llamas del candelabro, está su Plan simbolizado en la mesa de la proposición con el “reino de los cielos” que Jesús levantó-los doce apóstoles-, están aquellos que iban a creer por la palabra de ellos puestos simbólicamente en el altar del incienso, está la casa de David también simbolizado en los brazos y adornos del candelabro…
Como dice  hay que hacer una inmersión profunda- bautismo de inmersión- que conlleva limpiarse de pensamientos vanos, inútiles o errados. La Palabra limpia.
  
Entrar en el Santísimo es entrar en Su Corazón. En el Santísimo estaba el arca y el arca es el corazón  de Jesús que guarda –cumple- los mandamientos de Dios. En el Corazón de Dios está Jesús. Las tablas simbolizan el testimonio del Padre respecto al Hijo. Y sobre el arca los querubines, Moisés y Elías, simbolizando respectivamente la Ley y los Profetas, canales de la Voz de Dios en tanto que Jesús no había aún venido.

¿Qué hay en el Corazón de Dios? Puro Amor. Por amor surgieron Moisés y Elías, la Ley y la Profecía, para un pueblo que debía ser servidor de Dios para conquistar y hacer un planeta para Dios, a la medida de su Propósito.
Por amor envió a su Hijo, Jesús, su Cristo, el Rey del Cielo.

¿Quién entra al Corazón?
El que no queda en  el Atrio, ni siquiera se queda en el Santo-si bien pasa por ellos- y, habiéndose limpiado el cuerpo (lo más epidérmico) y la mente (de doctrinas extrañas) y habiendo “comido” de los panes, siendo iluminado por los espíritus de Dios, no se conforma y sigue buscando a Dios porque en esa inmersión ha reconocido que sólo la mente, sólo el saber, no es el ser y Dios es Ser. A ese Ser quiere conocer y entender  para servirle.

Cuando el deseo es puro y ardiente entonces le da el bautismo de infusión que es “comer y beber”  el cuerpo y la sangre de Cristo, esto es Su Corazón.
Va más allá de entender racionalmente, es empatizar con Él, es compartir con Él toda la Sabiduría de Dios escondida en la Biblia. Es recibir e incorporar a sí mismo las “cosas celestiales” (Si os hablo de cosas terrenales y no creéis ¿cómo entenderéis las celestiales?)
Y en llegado a este punto el corazón de uno es cambiado (la extraña operación) y el corazón de uno es similar (salvando las diferencias) al de Jesús: compasivo, entregado, apasionado por Dios y por los hombres, generoso…
Cuando se entra y se está en el Santísimo uno pasa a ser y de ser brota el hacer, el emanar, el decir, el hablar…

“Llama a las cosas que no son como si fueran”. No éramos por naturaleza hijos de Dios los humanos pero si se llega al Santísimo y se da la comunión íntima entonces nos llama hijos, hermanos de su Hijo, porque nos ha hecho partícipes de su naturaleza. Dios es amor y es Espíritu y en todo el proceso por Él diseñado nos ha hecho amantes y espirituales.
Este es el Propósito último de su Plan: descendencia para Dios.
Ahí se hermana, se unifica cielo y tierra, el reino de los “ángeles”, los seres espirituales hijos de Dios con los humanos. Y esto lo hace posible Jesús.

 Elspeth. 12-2013


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