domingo, 2 de marzo de 2014

Jesús, el Prójimo



Lc 10.25 Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré (RV Antigua: “poseeré”) la vida eterna?  26 Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? 27 Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente;  y a tu prójimo como a ti mismo. 28 Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás.
29 Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? 30 Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
31 Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. 32 Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. 33 Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; 34 y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.
35 Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. 36 ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? 37 Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo. 


La pregunta:
¿Haciendo qué cosa poseeré la vida eterna?

¿Qué es la vida eterna según Jesús?
Jn 17.3 Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.
A tenor de la continuación del episodio el intérprete de la ley no tiene dudas respecto a la primera parte pero respecto a la segunda inquiere a Jesús sobre quién es su prójimo y Jesús le enseña que en lo tocante a poseer la vida eterna Él es el Prójimo. Veamos por qué.
Jesús lo hace por medio de una parábola en la que presenta a tres personajes: un sacerdote, un levita y un samaritano que actúan diferentemente respecto a un herido en el camino.
Hubiera cabido esperar que el sacerdote y el levita, buenos conocedores de la letra de la Ley, si hubieran considerado que el herido era su prójimo le hubieran ayudado, luego si no lo hicieron debía ser porque la concepción de prójimo según Ella no incluía a esa persona (posiblemente por su vestimenta identificaron a qué tribu o grupo pertenecía).

Para nosotros, dos mil años después de que el mensaje de Jesús se extendiera por la tierra, al menos en teoría y en base a las prédicas de la iglesia, consideramos a todo ser humano prójimo y digo “en teoría” porque en la práctica no lo hacemos y seguimos ayudando como mucho a los próximos, indiferentes generalmente a los hambrientos, masacrados, explotados…del mundo que se cuentan por millones. Pero en el mundo judío de la Ley mosaica no había ese concepto porque si lo hubiera habido no tenía sentido que la Ley tuviera apartados para la viuda, el extranjero… ya que si hubieran tenido el mismo concepto que nosotros de que todos eran prójimos entonces sobraba especificar que también había que amar, esto es procurar el bien del extranjero, la viuda etc. Por todo ello cabe colegir que para el sacerdote y el levita el herido no era su prójimo por lo cual pasaron por su lado sin ayudarle. Y ello porque miraban la letra y no el espíritu, pienso.

Jesús continúa su enseñanza y presenta a un samaritano que sí ayuda porque según leemos “fue movido a misericordia”.
Misericordia que significa que su corazón se inclinó a oír clamar al mísero, el herido en este caso, y por ello vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.
Aquí, partiendo de los conceptos que nos han sido dados a conocer de aceite (revelación) y vino (amor), podemos ser orientados a una profundización en la riqueza de enseñanzas simultáneas que da Jesús por medio de esta parábola al comprender que podemos aplicarlas más allá del nivel físico-material. ¿Por qué?
Porque en la parábola el herido lo es de cuerpo pero un hombre puede estar “herido” también de alma y/o de espíritu y esas heridas son sanadas justamente con amor y enseñanza, y eso es lo que está haciendo Jesús justamente con el que le pregunta. Jesús ha usado de misericordia con él al escuchar y atender su demanda y le esta amando mediante lo que le muestra. Por lo cual si el que pregunta se hubiera percatado de que Jesús estaba siendo el Prójimo que le estaba ayudando hubiera pasado a conocerle, con lo cual hubiera “poseído” vida eterna: conocido a Dios y al Hijo.
Jn 12. 49 Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar. 50 Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho.

No acaba aquí la enseñanza dada por Jesús al intérprete sino que, habiendo llegado la comprensión de éste a que prójimo de otro se constituye aquél que con ése usa misericordia, Jesús le insta a que haga lo mismo, que se constituya en prójimo de otros. Y es una invitación, creo entender, a que así como Jesús le ha enseñado, él lo haga con otros.


Elspeth. 29-12-2012

Todas las citas pertenecen a Reina Valera 1960

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