Cuando uno ve a Jesús crucificado
y viéndole le mira
y mirándole le contempla
uno desaparece y sólo queda Él.
Y uno siente su dolor,
su sufrimiento.
Si lo soporta, a uno se le da
ver el amor de Dios,
el amor crucificado,
y el dolor se recrudece.
Si lo soporta, surge ante él
cómo él mismo lo ha crucificado
y entonces brota incontenible
el arrepentimiento verdadero.
Y así, habiéndose olvidado
uno de sí mismo,
Dios olvida lo que uno dijo o hizo.